Manifestación de trabajadores antárticos para impedir el remate, el 19 de septiembre de 2017. |
Los trabajadores del Instituto Antártico Argentino llevaron
adelante una denodada lucha para tratar de evitar el remate de su edificio
histórico situado en Cerrito 1248 de la ciudad de Buenos Aires, pese a lo cual
fue vendido a un tal “Fideicomiso para la Vivienda AVE 02” en
U$S 9,3 millones el pasado 21 de septiembre. El inmueble está en una de
las zonas más cotizadas de la ciudad, por lo que se cree que la antigua
construcción será rápidamente demolida para dar paso a un gran emprendimiento
inmobiliario, pero lo que no saben los nuevos dueños es que -según las historias que se cuentan- han comprado un
edificio poblado de fantasmas.
Insistentes versiones aseguran que distintas personas que desempeñaron tareas en el Instituto Antártico han oído voces extrañas, vieron luces que se prenden solas y objetos que caían sin motivo, así como reportaron apariciones misteriosas, hechos que no serían aislados sino que se producen “casi a diario".
Podadores municipales talaron el gran árbol gomero. |
En estos momentos, personal del Instituto está empacando los
miles de libros y documentos que atesora la biblioteca para ser trasladados a
diversos lugares en depósito, a la espera de que algún día vuelvan a estar
accesibles para los investigadores antárticos en un destino definitivo, mientras tanto solo se procura preservar ese importante patrimonio documental luego
del remate. Y es precisamente en la sala de la biblioteca que se han reportado
inquietantes fenómenos fantasmales, por ejemplo voces que vienen
de su interior, en particular se repite la voz de una niña, y cuando alguien se
acerca impulsado por la curiosidad encuentra la puerta abierta, la sala vacía y
las luces encendidas. También dicen que al rato de de apagar las luces y
trabar la puerta los “efectos especiales” pueden volver a repetirse… Y si algún empleado al fin de la jornada dejaba sus pertenencias sobre el escritorio, es
posible que a la mañana siguiente las encontrara desparramadas en el suelo.
Biblioteca, en pleno desarme. |
Naturalmente, la peor parte de
las historias corre por cuenta del personal de vigilancia nocturna. En plena madrugada se han escuchado pasos que bajan firmemente
por la escalera. Al tratar de investigar de que se trata, los pasos se
apresuran a subir hacia los pisos superiores. Y no solo son fenómenos
auditivos, dicen que ciertas noches deambulan unas figuras oscuras por el primer
piso,
Entre las más increíbles experiencias hay una que le tocó vivir, hace
varios años, a un sereno del instituto. El hombre estaba pasando por una
complicada situación familiar, venía de separarse en el mes de diciembre, le
tocaba estar de guardia durante el fin de año y se le concedió permiso para que
esa noche lo pudieran acompañar sus hijas, que tenían poco más de 20 años.
Llevó un par de colchones para que pudieran dormir un rato luego del Año Nuevo,
y en plena madrugada las chicas se levantaron sobresaltadas, al escuchar el
inconfundible sonido de un piano y la algarabía de un grupo de niños que coreaba el “Feliz
cumpleaños”, eran sonidos misteriosos de una fiesta inexistente que llenaban el aire aunque no parecían proceder de ninguna parte. Las jóvenes interrogaron a su
padre sobre lo que sucedía: “Ah, debe ser otra vez Benito!” –bromeó
el hombre, que ya estaba acostumbrado a este tipo de cosas. Las chicas huyeron
despavoridas y nunca más quisieron volver a entrar en ese edificio.
El inmueble, con cuatro pisos y un subsuelo, fue construido en 1917 como “edificio de renta”, y se deduce que la familia de los dueños vivía en la parte frontal, mucho más lujosa que el resto, tiene una espectacular chimenea de mármol, una escalera de madera con elegante balaustrada, en tanto el techo está coronado por un bello vitraux. A partir de 1951 fue sede del Instituto Antártico Argentino (IAA) cuyo primer director fue el expedicionario antártico coronel Hernán Pujato.
Luego del remate, la centenaria construcción espera con
resignada tristeza su sentencia final. Es inminente que lleguen las máquinas topadoras para
demolerla. Ya no habrá investigadores antárticos recorriendo sus pasillos,
revisando archivos, planificando expediciones en reuniones intensas, de esas que luego de debatir obligaban a tomar
decisiones cruciales sobre hechos que ocurrían en el lejano extremo austral.
Queda flotando la duda sobre si los fantasmas de la casa también optarán
por irse o continuarán haciendo de las suyas a los futuros habitantes...
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