domingo, 16 de junio de 2019

Reveladores informes norteamericanos sobre ovnis en la Antártida en tiempos de la Guerra Fría

Comentario introductorio del Blog Antártida Enigmática:
Por primera vez en español, presentamos el artículo de Yvonne S. Durfield publicado en 1978 en el Ideal’s Ufo Magazine de New York con el título "Informes de testigos oculares sobre la increíble invasión de ovnis a la Antártida". Evidentemente, el interés por recopilar historias antárticas sobre ovnis viene de larga data, pero se impone hacer una breve introducción.
En la página 272 y subsiguientes de la 2ª edición del libro de Rubén Gurú Morales "Los ovnis de la Antártida" se menciona este artículo, citando un informe del NICAP y un atinado comentario del investigador Michael D. Swords, según el cual "a pesar de cierto tono sensacionalista en el título, la autora parece haber consultado a personal militar y documentación reservada".
A raíz de la mención en ese libro,
el estudioso brasileño Rodrigo Moura Visoni pudo localizar el artículo publicado originalmente por Durfield y hoy lo ponemos a consideración de los lectores del blog Antártida Enigmática. El artículo contiene algunos errores e inconsistencias, pero en contrapartida ofrece una gran cantidad de datos muy poco conocidos sobre los cuales se puede reinvestigar y obtener nuevas conclusiones. También Durfield rescata la importancia que tuvo en este asunto el almirante George J. Dufek, un destacado militar al que la comunidad ufológica no parece haberle prestado mayor atención, y que seguramente nunca fue entrevistado en profundidad para dejar testimonio de sus experiencias con lo extraordinario en el continente blanco. En la década de 1950 Dufek era un hombre que acumulaba un poder y prestigio enormes en las fuerzas armadas estadounidenses, fue comandante del poderoso Operativo Deep Freeze que movilizó un vasto conjunto de tropas, vehículos y equipos a la Antártida con el principal objetivo de instalar bases permanentes, en el contexto de la Guerra Fría.
Otro aspecto muy singular en el que insiste la autora, se refiere a que diversos testigos simultáneamente a la observación del ovni aseguran haber percibido una voz dentro de su cabeza, como si estuvieran recibiendo una comunicación telepática... Pasemos, pues, a la lectura del muy interesante artículo de Yvonne S. Durfield:


Informes de testigos oculares sobre la increíble invasión de ovnis a la Antártida
Por Yvonne S. Durfield
 
La Antártida sería un escenario suficientemente extraño aunque no hubiera platos voladores: Tiene una superficie de cinco a seis millones de millas cuadradas, casi el doble del tamaño de los Estados Unidos de América. Cuatro quintas partes del hielo del mundo cubren esa tierra misteriosa. Las aguas de los grandes océanos -Pacífico, Atlántico e Índico- se unen en sus costas congeladas, y los científicos no están seguros de que la Antártida sea un único continente o si está compuesta por dos o más islas ocultas en gran parte bajo el hielo.
¡Cerca del 30% de la Antártida, hasta hoy, nunca ha sido vista por ojos humanos!  Dice el Dr. H. R. McConnell, de la Academia Nacional de Ciencias: "Sabemos más sobre la Luna que sobre el área que rodea el Polo Sur."
En la década de 1950, un  boletín sobre platos voladores aseveraba que áreas inexploradas de la Antártida estaban siendo usadas como una base de aterrizaje secreta por alienígenas de otra galaxia. El boletín informativo afirmaba que los visitantes extraterrestres vienen de un planeta con temperaturas de -50 ° F, y que el continente antártico es el único lugar donde pueden posarse para "descansar" mientras realizan largas misiones reconociendo la Tierra. El boletín hasta daba detalles sobre la fisiología de los extraterrestres: Criaturas de piel gris, de 9 a 11 pies de altura, con torsos gigantes, piernas y brazos minúsculos pero gruesos. Aunque ahora esto suena a sensacionalismo de otras épocas, incluso en 1978 una "invasión" de ovnis en la helada Antártida está siendo reportada por hombres destacados allí. "Yo sé de tres avistamientos recientes de ovnis", dice un comandante de la Marina de Estados Unidos. "Otros me hablaron del comportamiento perturbador de los ovnis y de extrañas fallas mecánicas y eléctricas asociadas a incidentes con ovnis. Hay definitivamente un fenómeno en acción aquí y nosotros no entendemos sus implicancias."

El Dr. George L. Dargusch, un veterano de expediciones en el hielo, confirma que objetos extraños han sido vistos por exploradores antárticos desde hace años, y que la mayoría no se preocupa en relatar esas historias. "Yo personalmente vi un disco naranja brillante que desafiaba cualquier explicación. Ese día nosotros estábamos ocupados con investigaciones sobre otro asunto, y nunca me preocupé en relatar 'mi' ovni a nadie."
Se debe recordar que la Antártida es un continente rodeado por océanos -bastante diferente al Polo Norte, que se encuentra en un océano rodeado de continentes. Debe recordarse, también, que los hombres sólo comenzaron a habitar la Antártida por períodos sustentables. Recién en los últimos años nuestra propia estación de investigación en McMurdo Sound, operada conjuntamente por la Marina de los Estados Unidos y la Fundación Nacional de Ciencias, mantiene operaciones durante todo el año -manejada por personal militar y científico con el espíritu de los antiguos exploradores, pero calefaccionada mediante una usina atómica instalada en la actual década de 1970. La Antártida sigue siendo una tierra salvaje donde, incluso con temperaturas "altas" (alrededor del punto de congelación, 32 ° F), un hombre puede quedar desorientado en una tempestad de hielo y morir a pocos metros de su refugio. La Antártida es un lugar donde los hombres piensan en su supervivencia y no tienen tiempo para dedicarse a los ovnis. A ellos no les gusta tener ovnis allá. Al contrario, eso les molesta.

El primer desembarco conocido en el continente antártico fue hecho por el capitán John Davis, un cazador de focas de New Haven que, en febrero de 1821, envió un barco lleno de hombres para conseguir pieles. Historias extrañas sobre objetos inexplicables en el cielo surgieron casi inmediatamente.
James Clark Ross, el gran explorador británico del hielo que, en 1842, descubrió el Monte Érebo, el volcán activo que aún lanza humo y crepitaciones a 13.550 pies por encima de la actual base de Estados Unidos en McMurdo Sound, puede haber sido el primer visitante en visualizar un ovni. De acuerdo con un registro realizado por uno de los tripulantes de Ross, "un extraño collar de... luces multicolores" fue visto "elevándose amenazadoramente sobre un bloque de hielo", desafiando toda explicación.
El teniente Adolphus Washington Greely, del Ejército de Estados Unidos, que encabezó una expedición a la Antártida en 1881 para realizar observaciones científicas, se refirió a un "conjunto extraño de luces" sobrevolando el barco en el que viajaba, el Proteus. "Las luces parecían navegar con alguna intención consciente", escribió. Tanto Ross como Greely estaban totalmente familiarizados con los fenómenos meteorológicos del continente austral, y es improbable que puedan haber confundido las conocidas luces aurorales de la Antártida con luces diferentes o extrañas que no pudiesen explicar.

¿Será que vinieron unos primeros exploradores alienígenas en naves espaciales, posiblemente usando la Antártida como una base de operaciones para espiar nuestro mundo? ¿Será que los alienígenas del espacio encontraron a los expedicionarios de la Antártida de principios del siglo veinte: Amundsen, Shackleton o Robert Scott (que murió junto a su grupo encallado en el hielo)? ¿Y que hay en cuanto a los relatos de que el almirante Richard E. Byrd vio un ovni durante una de las investigaciones científicas que montó antes y después de la Segunda Guerra Mundial?


No fue hasta la década de 1950 que los hombres lanzaron un asalto a gran escala al último continente inexplorado, y entonces los avistamientos de objetos aéreos desconocidos aumentaron drásticamente.
Como un preludio para el Año Geofísico Internacional de 1957-58, varias naciones emprendieron, sin dudas, la mayor investigación conjunta de la Antártida jamás intentada, acometiendo el estudio de la actividad solar, glaciología, oceanografía, meteorología, física auroral e ionosférica y una serie de otras áreas científicas. Los Estados Unidos contribuyeron con una enorme fuerza de tareas para su primera campaña sostenida de exploración científica en la Antártida, la Operación Congelada (Deep Freeze), que se realizó de 1954 a 1959 al comando del contraalmirante George J. Dufek. Era un veterano de las expediciones de 1939 y 1947 como Byrd. Dufek fue elegido porque, como alguien que lo conoció bien dijo, "él es un profesional accesible", un hombre realista con la saludable premisa de "ver para creer", típica de un escéptico. Dufek resultó ser uno de los oficiales estadounidenses de más alto rango capaz de hablar sobre el tema de los ovnis. Cuando se marchó a la Antártida, sin embargo, George Dufek no estaba pensando en platos voladores, sino en formar una expedición que comprometería doce buques, 3.300 hombres, la construcción de aeródromos en McMurdo Sound y Little America, y la construcción de cinco estaciones científicas en terrenos cubiertos de hielo nunca patrullados por seres humanos.
Así fue la Operación Congelada. La primera de varias expediciones en recibir la denominación de Congelada, fue la mayor investigación jamás hecha en los hielos de la Antártida, y sus integrantes casi inmediatamente se vieron con un problema extra que no esperaban: Ovnis.

A principios de 1956, uno de los aviones bimotores R4D del almirante Dufek -la versión del DC-3 de la Marina- decoló de la pista de hielo de McMurdo Sound para una misión de entrenamiento, una de las muchas que precederían al primer aterrizaje de ese avión en el Polo Sur con Dufek a bordo un 31 de octubre de aquel año. El piloto de esa aeronave todavía está en la Marina y pide que su nombre verdadero no sea usado en el siguiente relato, publicado aquí por primera vez. Lo vamos a llamar teniente (2º teniente) Jim Foster.
Foster comprimió el tren de aterrizaje combinado de rueda y esquí del avión, entregó los controles a su copiloto y se recostó. El R4D subió lentamente a través del aire turbulento en un cielo azul claro, con vistas a un vasto panorama de hielo blanco. De repente, una voz estalló en el interfono. "¡Tenemos compañía!", Declaró el operador de radio de Foster.
Foster miró a través de las condensaciones de su propia respiración -incluso con el calefactor encendido, se estaba congelando en el avión- y avistó algo más allá de la punta del ala izquierda.
Al principio creyó estar viendo una mancha de tierra que se proyectaba a través del hielo. Entonces Foster percibió que la "cosa" se estaba moviendo.
"¡Eh, eso es una aeronave!", Gritó el copiloto.
"No hay otros aviones en el aire!"
"Bueno, eso está volando, ¡Y bien al lado nuestro!"
"Si si. Gire un poco hacia la izquierda. Quiero tener una visión mejor."

De repente, el notable objeto volador estuvo a plena visual de los hombres. Parecía estar balanceándose en el aire, a la misma velocidad y a pocos metros de la punta del ala. El teniente Jim Foster recorrió con su mirada esa configuración perfectamente redonda en forma de plato, con una pequeña cúpula en el centro.
"No tenía alas, y aparentemente dependía del formato redondeado para la sustentación. Era del mismo color de una aeronave sin pintura en aluminio natural, y la cúpula en el centro recordaba a la carlinga "burbuja" típica de la cabina que se usaba en los cazas de la Segunda Guerra Mundial. No había marcas o insignias de ningún tipo. Podíamos ver chorros de materia gaseosa fluyendo detrás del objeto, como gases de escape".

Los cinco hombres a bordo del R4D de Foster observaron este objeto volador, que permaneció en formación con ellos durante unos dos minutos. El avistamiento fue confirmado por el operador de radio. El teniente añade: "Definitivamente eso no era sólo algún tipo de luz o alguna aparición, como un espejismo. Era una aeronave funcional, real y sólida. En cierto momento, la aeronave pasó por debajo de la punta de nuestra ala y vimos nuestra propia sombra contra la superficie gris-plateada del objeto. Todos nosotros sabíamos que no había ninguna aeronave que respondiera a esa descripción en la Antártida... al menos ninguna pilotada por seres humanos."

Y eso no es todo: uno de los tripulantes dijo haber oído "voces" en su cabeza (que ahora son más familiares), como si alguien estuviera tratando de comunicarse con él usando telepatía y una lengua extranjera. La sensación le causó un intenso dolor de cabeza y fiebre. Los médicos no pudieron encontrar ninguna explicación.

Añade Foster: "La cosa se comportó exactamente como un avión de caza. Era como si hubiéramos penetrado en el espacio aéreo de alguien y ese alguien viniera a observar para ver si éramos hostiles. Cuando quedó aparentemente satisfecho con lo que vio, giró a la izquierda, se niveló sobre el hielo y voló alejándose."
Este avistamiento ocurrió cuando los militares de Estados Unidos aún estaban investigando los ovnis -el Proyecto Libro Azul de la Fuerza Aérea no fue abandonado hasta 1969- y Jim Foster, respetuosamente, intentó cumplir con el reglamento 200-2, que exigía presentar un informe sobre un incidente ovni.
No fue fácil. Nadie en McMurdo Sound tenía los formularios respectivos. Además la correspondencia se enviaba cada seis semanas. Eventualmente, Foster y la tripulación consiguieron enviar un informe a los investigadores del Libro Azul en la Base Aérea Wright-Patterson, Ohio. Luego "nunca supimos lo que sucedió con ese informe."
"Si me hubieran preguntado", concluye Foster, "yo habría insistido que el objeto era una aeronave perteneciente a una nación avanzada o una nave espacial alienígena. Pero nadie me preguntó nunca".

Cuando la Operación Congelada se prolongó en la Antártida durante 1957-58, los rastreos por radar de ovnis se tornaron casi comunes. Hasta entonces, expertos en electrónica tenían conocimiento sobre perturbaciones magnéticas inusuales cerca del Polo Sur y podían distinguir esos fenómenos naturales del rastreo de objetos reales. Dice PH1 Steven B. Buggs, un integrante de la Congelada: "Logramos rastreos de radar que fueron confirmados por operadores en tres o cuatro lugares diferentes, en el aire y en el suelo. No había absolutamente ninguna duda de que verdaderos ovnis estaban siendo observados regular y frecuentemente. "

Exploradores antárticos de otras naciones también identificaron intrusos bizarros durante la "ola" de avistamientos de 1957-58. El teniente comandante O.R. Pagani (en el artículo en inglés decía erróneamente Pagnini), asistente especial del Secretario de la Marina argentina, confirmó que un ovni "voló a baja altura e interfirió en el paso de uno de nuestros navíos." En 1958 cuatro científicos en una estación de investigación meteorológica de Nueva Zelanda avistaron un objeto volador reluciente en forma de disco.
Durante este período, la Unión Soviética estableció el puesto científico Vostok cerca del Polo Sur Geométrico. Los rusos también comenzaron rápidamente a localizar objetos inexplicables en los cielos. El Dr. Yuri I. Danikov, uno de los principales expertos en glaciares de Moscú, fue uno de los cuatro hombres que fueron "importunados" por un disco plateado a baja altitud el 11 de octubre de 1958.
"Era como una piedra plana, pero aparentemente hecha de acero, y se movía en total silencio", dijo Danikov más tarde. "Este objeto voló sobre nosotros, subió y luego hizo otro paso a baja altitud. Nosotros tuvimos una sensación extraña, no sólo de que estábamos siendo observados, sino que alguna 'fuerza' estaba tratando de comunicarse con nosotros. Recuerdo una agitación en mi mente. Estoy absolutamente convencido de que la cosa era un viajero del cosmos."

Sí, los visitantes extraños del cielo son una parte vital de la historia de la Antártida. Pero, hasta donde se sabe, sólo un hombre ha visto a un visitante extraño -no en el cielo, sino en el propio hielo.

Una criatura humanoide ambulante.
AQ1 Roger D. Benson, de 30 años, de Norfolk, Virginia, estaba transportando una carga de materiales residuales a un lugar de McMurdo, a la sombra del Monte Érebo, el 11 de diciembre de 1958. Era un día "caluroso", alrededor de 20 ° Fahrenheit, y Benson estaba dirigiendo uno de los robustos vehículos con orugas W-11 Weasel, que hace tiempo reemplazaron a los trineos como  principal medio de transporte en la región polar. Cuando conducía paralelamente a un área de grietas profundas en el hielo, Benson divisó, a su derecha, un objeto en la distancia.
"No debería haber nada allí. Me produjo curiosidad. Avisé por radio que estaba saliendo de mi vehículo, salté al hielo y eché un vistazo más de cerca.
Al principio, pensé que estaba mirando a algún objeto formado por vigas, como una torre de observación o una gigantesca antena de radar. Miré a través de los binoculares. Yo estaba viendo lo que se asemejaba a una visión lateral de un fuselaje de avión, y las 'vigas' eran una red de estructuras de soporte como si fuera el tren de aterrizaje.
Este "fuselaje" era una cápsula de metal en forma de cigarro con una pequeña muesca que podría haber sido una puerta. Toda esta cosa parecía estar a unas 500 yardas de mí, lo que haría el objeto del mismo tamaño de un avión DC-3 -aunque estoy completamente familiarizado con aeronaves, eso no era ningún avión que perteneciera a nosotros o a los rusos.
Entonces vi la criatura."

De repente Benson estaba temblando, y no de frío. Bajo el objeto estacionado, una criatura con características semi-humanas caminaba lentamente en círculos. "El ser era muy delgado y de color grisáceo. Los brazos se balanceaban mientras caminaba sobre el hielo. De lejos, yo no podía estar seguro, pero parecía tener características faciales parecidas a las humanas, ¡excepto que la cara consumía casi dos tercios de toda su altura!
Me da vergüenza decir ahora que hice exactamente lo que no debía, contrariando el entrenamiento recibido. Entré en pánico. Trepé a mi vehículo, volví a la base y grité por la radio. Después de unos segundos, me controlé lo suficiente para mirar hacia atrás. La cápsula del 'fuselaje' -menos el tren de aterrizaje en forma de viga, que podría haber sido recogido- estaba ahora subiendo en el aire. Me detuve el tiempo suficiente para ver a esa cosa volar lejos, presumiblemente con aquella extraña criatura dentro.


Benson discutió el avistamiento con sus amigos. Entonces supo que el segundo mensaje por radio -el grito de pánico- nunca fue recibido.
Nadie más pudo confirmar este avistamiento. Además, Benson no lo relató a sus superiores ("El miedo a ser ridiculizado por causa de los ovnis es muy fuerte en la Marina"). Recién describió el incidente a esta escritora casi dos décadas después de haber ocurrido. Su historia, entonces, no es una que de satisfacción a los investigadores serios de ovnis o que brinde un esclarecimiento sobre el misterio de los ovnis.
Debe decirse, sin embargo, que Benson es un hombre de palabra tranquila y seria, con una buena reputación, y no tiene nada que ganar con un fraude o un relato embellecido. Roger Benson no es un fan de los ovnis. Al igual que muchos testigos de un "contacto cercano", es un ciudadano común y un militar que fue forzado por las circunstancias a concluir que los ovnis son un asunto serio.

Esto es exactamente lo que le pasó a su comandante -el almirante George J. Dufek.
Cuando estaba retornando a casa en ocasión de su retiro después de la conclusión exitosa de la Operación Congelada II el 11 de marzo de 1959, el almirante Dufek fue acorralado por un reportero del servicio de noticias de Reuters en el lobby del hotel en Wellington, Nueva Zelanda. El reportero había escuchado varios rumores acerca de avistamientos de ovnis en la Antártida. ¿Que pensaría el almirante Dufek sobre eso?
Era costumbre, en ese período de la historia norteamericana, que los oficiales de alto rango despreciaran el tema de los ovnis. De hecho, el experto en ovnis Donald Keyhoe afirma que el Pentágono había ordenado que los generales y los almirantes negaran los informes sobre los ovnis. Pero George Dufek era un pensador independiente... y algo le había sucedido, en el hielo, para moldear sus puntos de vista. "Yo creo", dijo tranquilamente, "que la existencia de platos voladores no puede ser desconsiderada."
Con gesto pensativo, añadió: "Me parece muy estúpido que los seres humanos piensen que nadie más en el universo sea tan inteligente como nosotros." Prosiguió diciendo que algunos informes de aparentes aerolitos probablemente eran "discos venidos de Venus u otros planetas, tripulados por seres inteligentes."
Por entonces se comentó que la franqueza de Dufek sobre el asunto no fue bien recibida por sus superiores del Pentágono. Actualmente vive en Newport News, Virginia, donde hasta hace poco dirigió el mundialmente famoso Museo de los Marineros. George Dufek, de 78 años, niega esos rumores.
Todavía cree que los platos voladores pueden ser reales. "Nunca fui criticado por expresar mi opinión", explica "Fue simplemente una opinión particular que desarrollé luego de escuchar informes de personas que los vieron."

Durante las décadas de 1960 y 1970, las operaciones científicas semipermanentes continuaron en la Antártida y, con ellas surgieron nuevos relatos de intrusos misteriosos en los cielos.
Los relatos de objetos voladores no identificados en el hielo polar parecen venir en rachas, en etapas, de acuerdo con el editor de ciencia del New York Times que acompañó una expedición al Polo Sur y también escribió un libro sobre la vida inteligente en el universo (No estamos solos, New York: McGraw-Hill, 1963). Sullivan no tiene conocimiento de incidentes sobre ovnis reportados en la Antártida entre 1959 y 1965, pero dice que una nueva ola de avistamientos comenzó en ese último año.
El 3 de julio (en el artículo en inglés decía erróneamente enero) de 1965, en la Isla Decepción de la Antártida, científicos chilenos y argentinos relataron ver objetos voladores extraños en la oscuridad, flotando por varios minutos y cambiando de color de rojo y verde a amarillo, azul, blanco y naranja. Hubo interferencia en las transmisiones de radio mientras el objeto oscilaba en el cielo, y un observador chileno relató "un zumbido en mi cabeza, como algo tratando de entrar a mi mente."

En enero de 1965, los soviéticos estaban en acción nuevamente. En Vostok, un avión llyushin-18 a punto de aterrizar fue perturbado por tres objetos azules pulsantes en forma de cúpula. Al relatar su experiencia a los colegas estadounidenses más tarde, la tripulación del avión ruso describió los acontecimientos que a menudo parecen acompañar los incidentes de ovnis: la brújula magnética del avión comenzó a girar violentamente, la radio se apagó, se oyó un sonido extraño y estridente en el intercomunicador y los motores comenzaron a escupir y toser.
A bordo del avión, el Dr. Mikhail N. Serov, un soviético experto en glaciares, se convirtió en otro de los muchos que oyeron voces. "No era como alguien hablando. Parecía, sí, un grupo de almas perdidas, coreando un réquiem en un cuarto cerrado." Esta cita poética es de un estadounidense que habló con Serov, quien agrega que Serov creía estar recibiendo una comunicación extraterrestre.
La "ola" de avistamientos de 1965 fue coronada por dos avistamientos separados por tripulantes estadounidenses de aeronaves C-130 -el mismo avión involucrado en un incidente de 1977, relatado más adelante en este artículo. En uno de esos avistamientos, el alférez de la Armada estadounidense Robert F. Herman quedó tan preocupado que escribió un informe a su congresista, Burton Talcott (republicano de California). Un pasaje de la carta de Herman dice:
"Estábamos en el aire confrontados con una nave voladora de bordes puntiagudos, semejante a un disco, que anticipó todas nuestras maniobras, persiguió nuestros rastros y era pilotada por alguna entidad pensante, pero no era -en mi opinión- un ser humano. "
Talcott pasó la carta al Pentágono, pero, por lo que Herman sabe, ninguna medida se tomó.

Los avistamientos de ovnis continúan en profusión ahora que existe una presencia estadounidense semipermanente en la Antártida. Desde 1973, el trabajo de la Marina ha sido financiado por la Fundación Nacional de Ciencias, que ahora lidia con prácticamente todas las operaciones de Estados Unidos en el continente. Así, el último refugio del mundo se está convirtiendo en un hábitat para un número creciente de observadores entrenados, y el portavoz de la Marina, Andrew L. Gardner, confirma que hubo al menos trece incidentes de "credibilidad variable" reportados solamente en el año 1977.
En uno de esos incidentes del año pasado, el piloto de un C-130 de la Marina estadounidense, en lo alto de la Antártida, miró hacia arriba y vio el propio avión siendo perseguido por un objeto gigantesco en el cielo frío sobre la barrera de hielo de Ross. Con una luz pulsante rojo-anaranjada, este enorme objeto en forma de disco parecía estar bajo control inteligente. El C-130 quedó empequeñecido cuando el objeto se colocó al lado del avión, luego se deslizó sobre la aeronave y su sombra dejaba el interior del avión en la semioscuridad.
Hubo pánico y confusión. El piloto encontró sus controles congelados, incapaces de responder normalmente. Los instrumentos funcionaban solos. El aire se volvió áspero. Un hombre se sintió súbitamente enfermo. Otro oía "voces" en la cabeza. La radio dejó de funcionar. "Uno de los hombres empezó a gritar", dijo el piloto. "El objeto parecía dispuesto a empujarnos fuera del cielo. Era muy peligroso ... ".
En última instancia, el objeto se desvió y voló sobre una extensión blanca desierta, a miles de kilómetros de cualquier base conocida.
¿Qué significa todo esto?
¿Los visitantes interplanetarios tienen bases de aterrizaje secretas en la remota y desolada Antártida? ¿Se trata de las criaturas humanoides descriptas por Roger Benson? ¿Es posible que algunos exploradores de la Antártida recibieran mensajes, telepatía, "voces" o lo que sea de esos intrusos? O acaso existe alguna respuesta terrenal para el enigma de los ovnis, uno de los muchos misterios en la región más indomable del mundo.

Uno de los principales exploradores estadounidenses de la región polar "allá abajo", el vicealmirante Richard H. Cruzen abordó estas cuestiones cuando acompañó a Byrd a la Antártida en 1939 -antes de que "plato volador" y "ovni" se convirtieran en palabras de nuestro vocabulario. De modo que Cruzen no hablaba de ovnis como tales, simplemente comentaba sobre el vasto vacío de la Antártida y el mero significado de estar vivo.
Citado por un corresponsal de UPI, Cruzen dijo: "Debe haber formas de vida que no conocemos. Debe haber mundos que no entendemos. Nosotros, hombres, somos criaturas pequeñas e insignificantes en un universo sorprendente. Puede haber muchas cosas (en la Antártida) que nuestros hijos y sus hijos todavía estarán esperando para comprender."

Mientras este texto está siendo escrito hay menos de seiscientos seres humanos habitando un continente mucho mayor que los Estados Unidos. Todos ellos, en cierto sentido, son como astronautas temporalmente presentes en alguna superficie lunar hostil. Ellos son transitorios. Puede llevar décadas hasta que haya comunidades, una genuina sociedad humana, en la Antártida.
Mientras tanto, el continente mantiene sus misterios. Y uno de ellos, el misterio de los ovnis que está lejos de ser resuelto, como siempre lo fue.

Fuente de texto y fotos: The eyewitness report of the incredible ufo invasion of Antarctica, Ideal’s Ufo Magazine. New York: Ideal Publishing Corp, nº 2, jun. 1978, p. 44-50. Agradecemos el material a Rodrigo Moura Visoni.

sábado, 15 de junio de 2019

"El libro (Los ovnis de la Antártida) tiene mucha objetividad, no nos manipula a favor o en contra" dijo el autor chileno Sergio Sánchez Rodríguez

En el programa "Hablemos de…"  que conduce Elizabeth Ramírez por Radio Rancagua de Chile, el escritor, abogado e investigador Sergio Sánchez Rodríguez en su columna radial "Biblioteca Ufológica" realizó un emotivo comentario acerca del libro "Los ovnis de la Antártida" del autor argentino Rubén Gurú Morales. "El libro nos va llevando de la mano por la información efectivamente obtenida, confrontada, analizada y contrastada." -enfatizó.

Ilustración sobre los fenómenos vistos por científicos chilenos en Isla Roberts, 1956.





















Entre otros conceptos, el comentarista dijo: "Quería expresar mi experiencia como lector de este libro. El tema de la Antártida para mí es verdaderamente fascinante, tuve la inmensa fortuna de visitar el continente helado, es una experiencia muy difícil de describir por la magnificencia de ese continente, una belleza que escapa a los paisajes a los que uno habitualmente ha estado expuesto, por la inmensa soledad, por la relación del ser humano con la naturaleza que se da una manera prístina, transparente, se advierte la insignificancia del ser humano en esa lejanía. Parece una perogrullada decirlo pero, indiscutiblemente, la Antártida es el continente inexplorado, es la última frontera."

"Y el libro tiene la virtud de conectarse con ese espíritu, el libro capta muy bien ese aspecto de la vida en la Antártida, de lo que se ve allí, de lo que se percibe en ese ambiente y en tal sentido me sentí muy tocado, muy interpretado por el libro y eso me facilitó la lectura. Sabes que uno siempre va asociando lo que lee con lo que ha vivido, aunque fui a la Antártida solo como visitante, estuve en pleno verano. Pero aún así, tuve la oportunidad de visitar varias bases, y uno entiende lo que debe ser estar ahí todo un año, en la noche antártica, en grupos pequeños dentro de  destacamentos conformados por militares y científicos, había muchos científicos. Había muchas provisiones para emergencias, para el caso de que no los pudieran rescatar y que la estadía de los invernantes se prolongara un año más. Imagínate estar ahí sin internet, sin ninguno de los maravillosos y rápidos medios de comunicación de ahora. Hace muchos años, cuando fui, el medio fundamental de comunicación eran las bandas de radioaficionados, y era bastante prodigioso poder comunicarse con algún familiar por entonces…"

"El libro tiene eso, denota un amor por las tierras australes y logra conectar muy bien los testimonios de los involucrados en las observaciones ufológicas, nos transmite muy bien esa sensación de soledad. Bien decía el autor Rubén Morales en una entrevista que -por supuesto- se ven cosas en los cielos, en cielos que son muy despejados y en un lugar donde las fuentes de error son mucho menores que en la ciudad, porque hay muy pocos vuelos y hay muy pocos vehículos terrestres. Si piensas por ejemplo en las observaciones más famosas, las de la Isla Decepción del 3 de Julio de 1965 que involucraron al destacamento argentino en la isla, a la base chilena Pedro Aguirre Cerdá -hoy abandonada- y también al destacamento argentino de Orcadas, si piensas en el momento en que ocurre eso, en pleno invierno antártico, lógicamente no había ningún vuelo, y de haber algún vuelo se hubiera comunicado a todas las bases para prevenir algún tipo de emergencia. Se daba una mancomunión entre las bases de distintas nacionalidades por las propias circunstancias de la Antártida. Insisto en el punto: Sobre todo en esa época, hace más de 50 años, la comunicación con el mundo externo era mucho más precaria. La solidaridad de todos los que estaban ahí, en la noche antártica, era absolutamente fundamental.

Siempre se han visto cosas extrañas en los cielos de la Antártida. Rubén Morales destaca que las observaciones se refieren a fenómenos evidentemente luminosos pero que no necesariamente calzan con la idea que tenemos más o menos estereotipada del "platillo volador", del "ovni", esa imagen que la ciencia ficción y el cine ha metido en nuestras cabezas. En ese sentido, las observaciones son cosas mucho más extrañas. La verdad es que el libro tiene la virtud de poder comunicar esa extrañeza y yo disfruté mucho leyéndolo.

"Este libro tiene mucha objetividad porque Rubén Morales rehúye tanto la visión sensacionalista del asunto como la explicación facilista de despachar todo de un plumazo. Dadas las circunstancias y dada la calidad de las observaciones vale tenerlas en cuenta incluso desde la perspectiva de que se trate de fenómenos atmosféricos o geomagnéticos desconocidos, porque aún así, sea lo que sea, ¡son fenómenos muy interesantes! Ya sea una cuestión ufológica en sentido clásico, es decir un fenómeno inteligente y externo al humano, digamos extranatural,  o bien se trate de fenómenos naturales que serían de todas formas muy raros y muy interesantes de abordar.
El libro tiene esa objetividad, no nos manipula a favor o en contra y nos va llevando de la mano por la información efectivamente obtenida, confrontada, analizada y contrastada. Tiene esa enorme virtud."

El programa fue emitido el 5 de junio de 2019, Escuchar audio a partir del minuto 24.


TESTIGO CLAVE CONFIRMA LA AUTENTICIDAD Y GRAN EXTRAÑEZA DE UN AVISTAMIENTO DESCRIPTO EN EL LIBRO “LOS OVNIS DE LA ANTÁRTIDA”

Es uno de los casos más increíbles documentados en el libro escrito por el Prof. Rubén “Gurú” Morales, tanto es así que en la primera edici...